
Después de una larga búsqueda, cuatro poetas rescataron este poema insurrecto escrito en 1963 que pasó de largo por la crítica poética patriarcal.

Después de una larga búsqueda, cuatro poetas rescataron este poema insurrecto escrito en 1963 que pasó de largo por la crítica poética patriarcal.
En el pueblo se ventilaba que ellos dos eran maricas. Omitían en ese murmullo invariable que tenían once años, y que su edad no era suficiente al instante de lapidar uno de sus cuerpos.
Arenas fue el hombre que saltó al mar del barco con rumbo revolucionario. Su escritura carga la irreversibilidad del erotismo de las realidades caribeñas, manifiesto político de la no pertenencia.
Como un comal en una cocina guatemalteca y un brujo que se enamora de los cristales, este poema invoca un nacimiento eterno.
En la poesía yanacona mujeres y hombres se elevan como pájaros, pues son uno en el ancho cielo. Cantan a sus muertos que pintan los sueños de los vivos sobre la tierra.
En este lugar el aire está cargado de hormigas en la garganta. Sobre sus ríos algunos duermen sin respirar y las niñas con manos entumecidas sobre el ombligo no aparecen en las pantallas.
¿Cómo aparentar estar bien entre tanta miel derramada, sin semillas y sin tierra? ¿Cómo vivir en aquél cementerio donde se posterga a la poesía?
Esta es la leyenda de Cipitío, deidad nacida de la infamia, que salvaguarda a los adúlteros y los amores ilícitos. El tufo que arrastra consigo, atraviesa Tepotzotlán hasta Guatemala.
En el exilio adquirimos, sin saberlo, el nombre de ciudades y caminos fuera del tiempo. Algún día volveremos siendo esas fronteras y montañas rocosas por las que fuimos llamados.
Traduciendo a Lygia Fagundes Telles: una breve presentación
Traducir a la escritora paulista es plasmar la ambigüedad que representa la experiencia humana. Un cuento de amor furtivo de una puta rica y erudita que puede ponerse el nombre que ella quiera.