Poemas - Dosier de poesía chilena

Por: Felipe Toro

Arte por: Fernando Calixto

Con su característica ironía Nicanor Parra solventa la trillada pregunta por quiénes son los cuatro grandes poetas de Chile diciendo, “son tres/ Alonso de Ercilla y Rubén Darío”. Chile no es solo silla o cuna de los gigantes Mistral, Neruda, Huidobro, de Rokha, Lihn, Parra, Teillier, Hahn, Maqueira, Martínez, Zurita o Rojas; es tierra fértil para el verso de los muchos que han hallado de paso, entre el Pacífico y los Andes, hogar, temblor o amistad.

Con este dosier, Sombralarga, desde su nocturno colombiano, se complace de conectar lazos de amistad con la escritura de sus contemporáneos en el país del Pacífico Sur. La poesía de Andrés González, Juan Esteban Plaza, Juan Santander Leal y Felipe Toro presenta diversas vetas por las que preocupaciones tradicionales y nuevas en el registro de la poesía latinoamericana y, en particular, chilena pueden transitar. El lenguaje ecológico que Delia Domínguez y el peruano Eduardo Chirinos han explorado, la presencia de la ciencia ficción y la experimentación verbal propia de Diego Maqueira, el tono nostálgico y bucólico del sureño Jorge Teillier y la acidez paródica de Bruno Vidal o Armando Uribe, están presentes en esta breve selección poética. Así como la forma de la flor invita a explorar del tallo a la raíz, esperamos que estos cuatro jóvenes poetas abran ojo y oído a la rica tradición austral que desde tan vivas voces ha explorado y continúa explorando la servil y soberana poesía.    

Daniel Hernández


 

 

Monja porfiada

 

Exígeme la madre superiora

que renuncie de inmediato al verso,  

so pena de llamar al confesor.

Exígeme la buena y sabia madre

que en esto muera aunque me muera,

que ya sabrá el alma bien liberarse

cuando deje esta frágil morada:

que no fatigue en hacerme violencia

porque como el cilicio o el ayuno

el metro ordena todo apetito;

que cuente con los dedos de la mano

cada pie de dáctilo, o espondeo,

cual del rosario las redondas cuentas. 

Pero que huya, corra, vade retro,

aunque los sabios digan lo contrario,

de la rima que es cópula y beso,

yunta de bueyes, connubio espeso,

bilis negra del varón atrabiliario.

 

 

 

 

 

A los mártires de Nagasaki de 1567

 

Como jesuitas que marchan al martirio 

los bomberos de Fukushima

se acercan al sagrario que tiembla

­–San Francisco Javier, ingeniero nuclear

estuvo allí en 1549,

abrigándose las manos con leña–

no para reparar los motores

del sistema de refrigeración central

del Santísimo Sacramento

sino para que la bóveda metálica

empiece a arder y lo consuma todo

 

 

Cuaresma comienza en febrero

 

A la hora de la misericordia

entran con el pelo lleno de arena

y marcados por el sol los tirantes

del bikini en la espalda

miran al crucificado allá arriba

y les parece ver un salvavidas

apostado en su caseta de vigilancia

(víctima de una insolación terrible)

y la túnica que apenas lo cubre

un traje de baño completamente old fashioned:

el olor a coco del bloqueador

sube como un incienso hasta nosotros,

los penitentes de negro

junto a las viudas que quedan

abrazados por el sol de la misericordia y el verano.

 

 

Televisión en el internado del Colegio Santa Marta

 

El vuelo de la novicia voladora, Carmencita

fruto de la liviandad más que de la oración

la práctica de la caridad o el celo apostólico

programa orquestado seguramente por poderosos detractores  

del Concilio Vaticano II y los enemigos de la Iglesia

emitido por televisión en sospechosa proximidad con las reuniones

de los padres conciliares 

como si las reformas de allí emanadas

no tuvieran más peso que el de una fatua religiosa

que se eleva de forma involuntaria por los aires,

simples ligerezas sin más repercusión que nuestras Hermanas

de ahora en adelante dando saltos caprichosos

mientras visten los hábitos de la vida consagrada    

El vuelo de la novicia voladora no corresponde en ningún caso

Carmencita

a la levitación experimentada por los santos

más bien se trata de su degradación secular

vuelo errático o peso muerto en caída libre

como el de una almohada amarilla

lanzada desde la torre del campanario

por algún seminarista loco

prodigio sólo destinado a la confusión de las almas    

 

 

Roma

 

Yo fui asesinado por el ahora tan famoso Caravaggio

en circunstancias nada claras

sólo entendí que me cubría una tela roja

aparentemente después de un partido de pallacorda

dicen que me esperó en un callejón oscuro

mal perdedor

me cortó la oreja, Simón Pedro

me cosió a puñaladas como a un muchachito virgen

sacó el chuchillo tibio con sangre de la ingle

según cuentan testigos más atentos que yo

que me moría sin insultarlo

Mi memoria se levanta a deplorar

los comentarios sobre vida y obra que circulan

Nadie entre los míos se atrevería

siquiera a proferir

la palabra claroscuro con respecto a mi cadáver

Ni menos a comparar en mi presencia

mi muerte joven de mancebo

con la cabeza de un Isaac sostenida por los pelos

En vano insisten los ángeles custodios

El asunto me provoca un profundo aburrimiento

No me interesan ni sus cuadros

Ni su técnica exquisita

Ni por qué el Papa Pablo V

le perdonó la vida, siendo tan amigo de mi padre

Yo fui asesinado por ese Caravaggio

y en lo que a mí respecta

el criminal huyó de Roma

 

 

Conservación del rito tridentino

 

Tenemos fieles de cualquier edad

nunca cortamos con la jerarquía

ni hacemos ninguna iglesia paralela

Celebramos la misa de espaldas a los fieles

pero nadie acusaría al piloto de un avión

de no ver a los pasajeros cuando vuela:

eso es lo que pasa en la liturgia.