
Selección de poemas de la autora venezolana, que nos hablan del exilio y la ausencia.

Sombralarga entrevistó al escritor catalán (1976), premio Anagrama de ensayo 2013.
Hay un apartado de Librerías sobre García Madero, el ladrón de libros de Los detectives salvajes (la novela de Roberto Bolaño). En ese relato un librero catalán que se ha hecho amigo del personaje intenta ligar con él.
Sombralarga: ¿Cambiaron las relaciones entre libreros e intelectuales con el cambio de siglo?
Jorge Carrión: El otro día tuve una conversación pública con Cees Nooteboom en La Pedrera de Barcelona y vino a saludarlo Antonio Ramírez, de La Central: le ofreció enviarle a Amsterdam los libros que necesitara del catálogo. Yo diría que se mantiene esa relación cercana, que los escritores e intelectuales tienen libreros de cabecera.
S: ¿Es posible que Bolaño haya querido parodiar la figura del librero por antonomasia, como podría ser la del sabio catalán de García Márquez?
J.C.: No lo había pensado. Es posible. Pero también me parece una realidad: tanto que en las librerías siempre se han robado libros como, sobre todo y vinculado con ello, que son un espacio de deseo y por tanto de seducción.
S: Las librerías han sido desde siempre “aquelarres del canon y por lo tanto puntos clave de la geopolítica cultural” (p. 295). ¿Cómo reconoces esta geopolítica con respecto a Latinoamérica hoy?
J.C.: En términos macro, habría que pensar fenómenos como los de la editorial y cadena de librerías del FCE, o la penetración de Alfaguara, a través de sus sedes locales, en el mercado latinoamericano; en términos micro, sigue siendo fundamental que Anagrama sea prácticamente la única editorial de la lengua que está en librerías de todos los países de la lengua, no es casual que eso se relacione con cierto canon (ahora: Juan Villoro, Martín Caparrós, Rafael Chirbes, Leila Guerriero, Alejandro Zambra, etc.; pero antes: Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Mario Bellatin...). Pero hay muchos otros factores a tener en cuenta. Innumerables.
S: ¿Qué panorama te dejó la literatura colombiana después de tu visita a la Feria del Libro de Bogotá y a las librerías de la ciudad?
J.C.: Las librerías y la feria me impresionaron mucho. Me parece que hay una gran vitalidad en Bogotá. La literatura, en cambio, la estoy descubriendo. He leído todos los libros de Juan Gabriel Vásquez, que me parece un autor muy sólido desde hace muchos años, El olvido que seremos de Héctor Abad (a raíz de un viaje interior, por el festival de El Malpensante) o Los estratos, de Juan Cárdenas, una novela impresionante; estoy ahora leyendo a Piedad Bonnett, a Sergio Álvarez y a otros. Por supuesto soy lector de García Márquez y de Álvaro Mutis. El otro día pensaba que la Fundación de Nuevo Periodismo es un legado de García Márquez que hay que reivindicar.
S: ¿Incluso si se dejaran de lado los principales temas de nuestra narrativa contemporánea, podría palparse el clima de la guerra en las vitrinas de las librerías en Colombia?
J.C.: Con mi amigo el joven crítico Mauricio Arévalo comentamos que Las reputaciones de Vásquez podría ser la primera novela posconflicto. Ojalá se acelere esa tendencia editorial, porque significará que ocurre en el plano de lo real.
S: En la presentación de tu libro en la FIL Bogotá de este año dijiste que si tuvieras una librería la llamarías Walter Benjamin. ¿Por qué este nombre?
J. C.: Porque estaría en un pasaje. El pasaje Manufacturas, cerca de mi casa, en Barcelona. Un pasaje que me recuerda a los parisinos y a su libro inacabado.
S: Tu libro podría leerse en clave de novela de autoficción o de periodismo cultural ¿Cuáles son las fronteras entre estos géneros? ¿Cómo se incorporan en tu propuesta creativa?
J. C.: Cada libro mío tiene una forma diferente, porque la forma responde a la materia que quiero elaborar. En Librerías encontré ese estilo entre el ensayo, la crónica de viaje y la autobiografía. Detrás está Benjamin, claro, pero también Sebald o Magris.
S: Librerías fue finalista del 41º Premio Anagrama de Ensayo. ¿Qué lugares merecen los premios de literatura en el campo cultural? ¿Cómo ves la relación entre premios literarios y las librerías?
J. C.: Creo que los libros tienen una suerte no demasiado marcada por el premio, pero éste ayuda a veces. Sin duda son marcadores, señales para que el librero y el lector reconozcan antes ese título que otro que no ha sido premiado. Hay una cierta garantía, una cierta selección previa, en un mundo en que la prescripción ha sido puesta en entredicho.
S: ¿Qué puedes decir acerca de la relación existente hoy en día entre suplementos literarios, revistas culturales, blogs especializados y otras publicaciones con las librerías?
J. C.: Los buenos libreros tienen muy en cuenta la prensa cultural, es un modo de seleccionar qué pueden exponer en sus librerías (el espacio es limitado). Al mismo tiempo, ellos me parecen más importantes para influir y para vender: lo que ellos leen y recomiendan tendrá más éxito, probablemente, que lo que lean y recomienden los críticos.
S: Las librerías virtuales carecen de un librero concreto que permita esa decantación, guía y diálogo entre lectores y productos, ¿existe algo que lo reemplace, que llene ese vacío?
J. C.: El algoritmo que relaciona gustos y compras de otros lectores con las tuyas. Pero creo que el Big Data todavía no ha encontrado el modo de ser definir una buena prescripción.
S: ¿Cuál ha sido la resonancia de tu libro en el campo de las librerías, en el campo literario? ¿Hay alguna respuesta que te haya sorprendido?
J. C.: La recepción ha sido extraordinaria. Probablemente porque, en primer lugar, lo fue entre los libreros. Me ha sorprendido descubrir ese poder suyo, el de conseguir que un libro permanezca, porque la mayoría están destinados a desaparecer.
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